Jesús Fueyo. «La vuelta de los budas». (2ª parte)

(Continuación de «La vuelta de los budas»)

Por Pedro Escolano Belmonte

La senda histórica del mundo invertido en el humanismo terrenal –Homo homini Deus est-, la recorre Fueyo a través de sus dos grandes momentos: El Tiempo de las Naciones y el Tiempo de las Hegemonías. Cada parte ocupa un número similar de páginas en el libro.tiempo

En el Tiempo de la Naciones radiografía el alma cultural de las grandes naciones europeas: Alemania, Inglaterra, Francia. El mito de sus revoluciones fundacionales fue la Nación, pero las realidades son el Estado, donde las revoluciones nacionales terminan siendo conducidas por la naturaleza y no por la política, en mutaciones y formas de vida, sin mito que las presida. Un proceso que devuelve al hombre al mundo mecánico de las cosas, al universo de las fuerzas telúricas de los Budas. “Si el cristianismo liberó a la persona de su cosificación, mediante la postulación inderogable de tratar y ser tratado conforme a su naturaleza y no a la Naturaleza, es decir conforme a lo que exige aquél desenlace escatológico, que es el destino más grande y trágico del hombre redimido, el empeño occidental del nihilismo y sus veneros intelectuales trabajan para la catástrofe del segundo budismo anunciado por Nietzsche”.

A pesar del fracaso de las naciones europeas y su derrota militar en la II Guerra Mundial, la nación metafísica y cultural sigue ahí, porque es la forma política en la que viven real y efectivamente su pluralidad biográfica esa impalpable realidad que forma el plasma vital de la Historia y que llamamos cultura.“ Todas las culturas son formas de Revelación de la sobrenaturaleza, es decir de liberación y rebelión contra la Naturaleza. El ser físico se transmuta en comunidad metafísica, cuyo organismo histórico es la Nación”. Aunque estas realidades sigan ahí, Fueyo considera que han sido vencidas sobre el terreno duro y vital de las realidades históricas, aunque de vez en cuando asistamos a sus estertores últimos como Nación, como fue el caso De Gaulle. Internacionalismo, cosmopolitismo, democracia universal, estructuras supranacionales, están en la retorta de los experimentos de metafísica postmoderna en Europa. Si estos experimentos siguen caminando por la vía del nihilismo, como así parece ser, en lugar de rescatar el genuino impulso metafísico del que surgió Europa, incluso antes de sus naciones, como Cristiandad, el futuro será sombrío. “Cuando el sistema de vida en una cultura es sólo ya constitución y mercado, cortesía y contrato social, urbanidad y moda, cuando todo el sentimiento civilizado tiene que ser, para serlo, internacional, algo que en las vísceras más nobles del organismo social se niega a morir, produce el nacionalismo que, así y todo, es, precisamente, el último delirio noble de los pueblos acabados”.

Sólo en Europa la Nación ha pasado a ser atávica, porque las hegemonías que actualmente dirigen el mundo, Rusia, USA y China, son naciones, con un sentimiento nacional embriagado de su poder y de sus oportunidades, como decía Debré. Y entramos en la segunda parte del libro, El Tiempo de las Hegemonías, en el que se disecciona el alma cultural de USA, Rusia y China.

Los que hemos pasado gran parte de nuestra vida en el mundo dividido por el Telón de Acero, llegamos a creer que esta partición del mundo respondía a algo cuyo sustrato tenía algo que ver con el marxismo, algo así como un enfrentamiento entre cosmovisiones metafísicas inversas de origen europeo. Pero el pensamiento de Fueyo se mueve en ondas largas, y su visión del aparente éxito del marxismo, resulta de gran actualidad para comprender el mundo tras el derrumbe de la fase soviética de Rusia y las recientes mutaciones de China. Ya se decía en los años 70 del pasado siglo, por algunas cabezas pensantes que no profesaban en el talmud marxista, que Jesús Fueyo era el español que mejor conocía el marxismo.

El comunismo ha sido siempre el morbo del cristianismo, su herejía fetal. Todas las utopías de Occidente son más o menos comunistas. Prometeo es el arquetipo de Occidente, rebelándose contra las prohibiciones de los dioses, afirmando la rebeldía soberana del yo. Marx invierte este mito colectivizando el yo, disuelto en inteligencia colectiva y dialéctica social. La Verdad deviene alumbramiento espiritual de las estructuras sociales, fruto de la sociedad como entelequia pensante, cuya secreción, expone Engels en el Antidühring, procede de su propia materialidad. Tesis del monismo dialéctico materialista que Stalin eleva a decreto de Estado, estableciendo que todos los fenómenos que se dan en la realidad, incluso la mística revolucionaria, son sólo diferentes formas de la materia que se mueve por sí misma. La voluntad libre, es decir independiente de la causalidad, deviene pura ilusión nacida de la ignorancia de las causas que actúan sobre el sujeto. La metafísica inmanente de la naturaleza del materialismo dialéctico, conecta con las esencias de las filosofías orientales, en estos dos giros sobre el conocimiento (Verdad) y el sujeto (Libertad).

Pero la deflagración de lo que ha sido la historia del comunismo real para occidente, se produce por la alquimia que aportó lo que los alquimistas llaman el fuego filosófico, la mística revolucionaria de Bakunin, un escritor que gustaba de escribir catecismos y que comprendió que religión y política son idénticas. Con las lógicas de Marx sobre el fin irremediable del capitalismo y la concepción materialista de la historia, el marxismo seguiría confinado en las universidades alemanas en una discusión interminable sobre el fin del capitalismo. Es el mesianismo ácrata paneslavista de Bakunin el que enciende la llama del bolchevismo, intento de redención nihilista mediante la revolución universal proletaria. De las categorías lógicas de Marx, al apocalipsis, al suceso escatológico de Bakunin. La inversión mística de Bakunin, la transformación del arrebato contemplativo característico del alma rusa, en activismo arrebatado, tiene su secreto instrumental en la discriminación maniquea y cátara entre los perfectos impecables y el rebaño de las masas, origen del partido único como vanguardia del proletariado, conventículo cabalístico, no sólo inspirado en una teología deicida sino en la muerte del hombre bajo la autocracia del Partido, bajo la mística milenaria de la humanidad panrusa. El bolchevismo fue pues, una solución totalitaria y agresiva del eslavismo revolucionario, del paneslavismo eterno del alma eslava. Continuación del eterno odio de la Iglesia de Oriente y los cátaros contra Roma, del odio de sus monjes, sus jerarcas, sus políticos y humanistas contra el Occidente que consideran anticristiano y materialista. La mutación bolchevique retradujo temporalmente este odio atávico, como nuevo Reino de Satán, manifestado en la explotación capitalista de los trabajadores de las economías de Occidente.

“La literatura catastrofal y redentora rusa, entre el fin del mundo y el paraíso universal, su pensamiento historiosófico, prepolítico, estaba abierto a la recepción bolchevique vía Bakunin de Hegel y Marx. La preocupación constante del alma rusa se centra en el sentido, en el fin de la historia, en la escatología”.

El comunismo mágico de Mao parte del monismo dialéctico materialista desde el que imagina su forma específica de humanidad, filtrando las aguas ideológicas del comunismo occidental a través de los mitos telúricos de todos los grandes clásicos chinos y su expresión geopolítica; la hegemonía del centro, el Imperio del Medio. “El Emperador, como Hijo del Cielo, lejos de ser una variante de las teocracias características de Occidente, o de las teologías políticas absolutas del derecho divino de los Reyes, resulta ser la clave cosmológica que armoniza la Historia Universal con la dialéctica de la Naturaleza, rigiendo el eterno retorno dinámico y verdadera doctrina de la representación política china”. Mao, con su poesía telúrica, es el brillante revitalizador del taoísmo de la totalidad de la dialéctica, que en la pugna universal Yang-Yin habían revelado ya los antiguos doctores del taoísmo con Lao-Tsé a la cabeza.

“La fundamentación científica del marxismo, el materialismo dialéctico, es, en el fondo, la versión contemporánea de las religiones cósmicas de la materia, de la ley china del Tao que une los cielos físicos con las tierras del hombre, del panteísmo telúrico, verdadero carácter fundamental de las religiones de Oriente”.

Norteamérica, “New Jerusalem”, combinación de representaciones cosmogónicas atávicas en tensión con su frenética tecnología, es una metamorfosis metafísica del espíritu europeo, mensaje renovado de la Tierra Prometida. Europa regenerada en América por partenogénesis de una cultura. Según Fueyo, la autocrítica masoquista de Europa, tendrá su hora también en Norteamérica. “El trabajo norteamericano está guiado por la vocación de modelar para el bienestar del hombre, la creación divina”, la Naturaleza, mediante “la apoteosis del homo faber”. La cuestión de esta metamorfosis existencial, “es la de si cabe una vivencia personal del trabajo, un estado de gracia laboral, o si, por el contrario, en esa vía no hay gloria más que para las estructuras”.

Tanto Norteamérica como Rusia no han cultivado la filosofía como disciplina mental, pero en sus grandes novelistas emerge la visión de lo real. Fueyo analiza la genealogía del pesimismo norteamericano a través de la obra literaria de Hermann Melville.

Fueyo, en el contexto de los agitados años 60 y 70 del pasado siglo, veía los síntomas de una involución expresada como “mutación psíquica desde un optimismo eufórico a una melancolía difusa que llega a manifestaciones francamente depresivas de pesimismo metafísico…”, “un giro radical en el talante con que se afronta el metabolismo humano con la Naturaleza y el reto histórico con el Tiempo,..”. Es decir una puesta en cuestión de los mitologemas de la teología fundacional de los Estados Unidos de América, que se podrían concretar en que “la economía de la salvación era la salvación por la economía” “como libido de creación absoluta”, “la espiritualidad aplicada de la Nueva Piedra Filosofal”.

¿De dónde procede esta inversión del optimismo y la libido creativa proyectada en la Naturaleza? Por un lado está ese protoplasma de Norteamérica que es Europa. Por otro lado, mientras Schopenhauer maquina en Europa, Herman Melville engendra Moby Dick, “apocalíptico Leviathan norteamericano”, cuyas complejas claves simbólicas anuncian el hundimiento de la democracia telúrica como naufragio oceánico de la sociedad y del alma “de la Sociedad como Logos”. La inversión mítica de Melville consiste en la disolución en la masa húmeda del océano de lo creado por el trabajo y sus criaturas. “El océano es nirvánico. Y Melville es, por eso, el profeta norteamericano de Buda,..” invirtiendo “todos los motivos característicos de la actitud frankliniana.”

Pero, observando los cuarenta años que han transcurrido desde la Vuelta de los Budas, ¿no será que aquella revuelta contra la teología fundacional de los Estados Unidos lo que buscaba era un equilibrio entre el sentido celestial del instinto y el sentido común que es economía? ¿Y que no fue nunca una metafísica del pesimismo como la europea, sino una restauración del optimismo y la creatividad sobre nuevos equilibrios? ¿O quizá podemos verla hoy como rebelión ante la Astucia de la Técnica? Como Fueyo observó, “No es el Dios ha muerto de la decadencia europea, es la protesta sobre la protesta, la protesta contra la transmutación de Dios en el impávido gran motor de las estructuras”. Diez años después, quince quizá, la misma generación subversiva que había buscado por vías exóticas filosofías de salvación y de equilibrio entre instinto y economía, presentaba uno de los perfiles más saludables y creativos de nuestro mundo.

Otro tema que ocupa a Fueyo meditando sobre América, es la tensión entre la whiteness y la negritudo. Según él, es puramente epidérmica, contraste entre un sentido funcional y un sentido animista de lo real, que produce a ritmo acelerado un sincretismo de almas. La estética de la modernidad es primitivista y en el fondo religiosa, como compensación emocional de la organización mecánica del bienestar. “El sincretismo negro-blanco viene de la necesidad que el negro tiene de funcionar en el universo mecánico y de la necesidad que el blanco tiene de sentir en el mundo de las estructuras”. La alquimia se produce y buena parte de la cultura y los modernismos estadounidenses tienen una genealogía negra. En un tiempo en que se acababa de asesinar a Martin Luther  King en un hotel de Memphis y los noticiarios de todo el mundo difundían la violencia racial, hablar de sincretismo no era común.escatologia

Desde su desconexión del impulso metafísico que le dio origen y forma, la cultura racionalista europea de la modernidad, celebra su remundización como avance civilizatorio, y a la vez como oportunidad política de libertad. Pero Jesús Fueyo en La Vuelta de los Budas, nos pasea por la cara oculta de la luna. El mundo sin forma y la sociedad sin identidad, la sociedad naufragada como logos, urdirá de modo masivo, contraataques, renacimientos y vueltas a las viejas reservas, puesto que los miembros de estas sociedades no pueden seguir creyendo en serio que esa sociedad sea la suya. La ausencia de fundamento ha alcanzado ya al ámbito de lo político, expresado en la censura crónica a la clase política y al Estado, convertido en un gigantesco castillo de arena. Y es que la verdadera alquimia contemporánea, que es la economía, transmutando al hombre en trabajo, en energía combustible, en carbón, en acero y finalmente en oro, si no fuera porque el sistema occidental del Estado de bienestar, como nirvana uterino de ayuda social, ofrece una pálida y cada vez más dudosa esperanza herética de salvación, su ausencia de finalidad común ya habría triturado las sociedades de la era industrial. Su opiáceo soporte mítico es la igualdad, de la que Fueyo decía que “…es el nirvana occidental, es la solución del problema de la personalidad por dimisión en el todo social; es el budismo de occidente”.

“Es la voluntad de ser lo que permite romper con la pasividad monótona del acontecer natural, y levantar aunque sólo sea una ironía titánica contra el aburrimiento. No ha sido otro el gesto decisivo de donde ha salido todo, desde la metafísica a la técnica”. “Así como la vida es lucha contra la postración, la Historia es lucha contra la decadencia, voluntad de decir que no a la espirituosa llamada que invita a la Nada, a la catástrofe nihilista del segundo budismo que anunció Nietzsche”. Esta podría ser la conclusión que a los hombres de hoy nos quiso transmitir Jesús Fueyo, desde un texto luminoso como es La Vuelta de los Budas, escrito hace cuarenta años, pero de total actualidad y vigencia.

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