«La violencia y el orden». Álvaro d’Ors

Álvaro d’Ors. La violencia y el orden. Ediciones Dyrsa, Madrid, 1987. 125 pp. La violencia y el orden (portada)

Este pequeño ensayo da buena cuenta de algunas de las principales preocupaciones del pensamiento político español de nuestros tiempos. Este texto escrito por el reputado romanista y jurista Álvaro d’Ors, afincado en la universidad de Navarra y fallecido hace escasamente una década, para mientes en torno a la cuestión de la legitimidad y de la potestad políticas.

Al igual que otras figuras eminentes del pensamiento clásico, este autor trae al recuerdo el problema de la violencia y su carácter fundacional en una sociedad democrática como la occidental, que habita consciente o inconscientemente en el pacifismo desde hace generaciones. D’Ors toca el nervio de la guerra del 36 para reflexionar acerca de la naturaleza del orden político del régimen franquista y de la razonable legitimidad del mismo, con ánimo de entender mejor el cambio de orden surgido en la Transición democrática y realizar finalmente una prospectiva de cara al futuro.

En la obra, la potestad política será definida como el mandato socialmente reconocido con capacidad efectiva del mantenimiento del orden establecido. De tal modo, que el papel de la Iglesia como auctoritas será, además de mantener en continua tensión y corrección a la potestas, el de fomentar potencialmente otros órdenes alternativos frente a un régimen que haya devenido tiránico o que ya no es manifiestamente capaz de garantizar el propio orden. Las preocupaciones de d’Ors versan, por ejemplo, sobre cómo afrontar ciertos imperativos de la legislación estatal, acerca de la conveniencia o no de la desobediencia civil o ―con miras a ejemplos históricamente recientes entonces como el golpe de Estado del 81―, si cabría un uso legítimo de la fuerza de cara a la conservación de la Constitución histórica de un pueblo.Se trata así, en definitiva, de traducir y concretar mejor los dinamismos implícitos en esa guerra de investiduras entre la Iglesia y el Estado.

Aquello que sin embargo vertebra esta obra del profesor d’Ors es su preocupación por la unidad cristiana como constitutiva del orden, y ello en contraposición al orden alternativo que la política establece por su parte. «A la unidad de la Iglesia corresponde la pluralidad del mundo secular, y la unidad política del mundo secular, en cambio, atenta siempre contra la unidad santa de la Iglesia«. Ciertamente, la reconciliación del mundo a través de la política es una realidad de nuestros días, un problema que hoy quizás esté algo olvidado y al que profesores como Dalmacio Negro han hecho recientemente alusión recordando la existencia de una herejía soteriológica de los primeros siglos, que buscaba o prometía la salvación en este mundo: la apocatástasis —bastante relacionada por cierto con las religiones políticas.

Alvaro dOrs
Álvaro d’Ors

Pero en todo ello cabe recordar, primero, que la Iglesia es ante todo communio y, como consecuencia, communitas. En ese sentido, la unidad de la Iglesia es un principio que debe reactualizarse continuamente y que, en estos tiempos en que se respira una atmósfera de ideología licuada, no puede darse por supuesto. Después, que si atendemos a las nuevas formas políticas dadas en Occidente, podemos decir el orden establecido por la potestas ha resultado ser precisamente uno de sus mayores logros, aunque se trate de un orden cambiante y, por así decir, aparente. De este modo, la legítima «subversión violenta con posibilidad humana de éxito» ante una potestad convertida en pura fuerza, que postula d’Ors rescatando la afamada tradición escolástica española, puede haber tenido su pertinencia durante los dos siglos anteriores pero hoy, en estos días en los que asistimos al desmembramiento de un país por una vía de no violencia física explícita, ha perdido parte de su sentido.

La concepción que el profesor explicita en este libro denota, no obstante, ciertas desavenencias postconciliares, además de una concepción tal vez en ocasiones excesivamente moralizante de lo eclesial, que no acierta a ver que, en realidad, la ratio status tiene por fundamento un cristianismo deformado no en vano René Girard dijo que vivimos una época de ultracatolicismo.

Aquello de que «un nuevo orden trae una nueva violencia» se ha hecho cierto por las nuevas formas de dominación llevadas a cabo por el consenso propugnado por la oligarquía estatista. El rebrote de la violencia física siempre es posible y constituye una realidad que el mundo de hoy no puede olvidar con ingenuidad. Y, si bien este último tipo de violencia siempre se encuentra dentro del imaginario colectivo, la Iglesia misma puede en ocasiones no ser consciente de la primera, mucho más palpable y presente hoy que la segunda.

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